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Mayo 2012

 Peregrinación


Al Santuario de las apariciones del Corazón de María
El día 5 de Mayo, primer sábado de mes,

Recorrido:  Baiona, Oia, la Guardia, Tuy, Valença y Pontevedra.





Culto diario

v  7.00 h  Laudes

v  8.30 h  Prima y Tercia

v  9.30 h  Santa Misa
Los martes y miércoles: Rito Extraordinario
Los jueves y viernes: Rito Ordinario

v  13.30 h  Sexta

v  15.00 h  Nona

v  18.30 h  Vísperas

v  19.00 h  Exposición del Santísimo y Santo Rosario.
Los jueves la Adoración es a las 22.00 h.
v  20.00 h Reserva

v  21.30 h Completas


Peregrinación a Tierra Santa


Acogiendo la sugerencia del Santo Padre Benedicto XVI y de la Santa Sede con motivo del Año de la Fe la Fraternidad de Cristo Sacerdote y Santa María Reina organiza una peregrinación a Tierra Santa.

Información detallada pinchando en la imagen:


Peregrinación Tuy - Pontevedra

Peregrinación

El día 5 de Mayo,
primer sábado de mes,
 Santuario de las apariciones
del Corazón de María
en Pontevedra.

Ruta:
Baiona, Oia, la Guardia, Tuy, Valença y Pontevedra.

Precio:   
Adultos 30 €
Niños 25 €
Incluye autobús y comida

Para anotarse:
Tlf. 986 711 112

Viaje a Toledo


Viajaremos nuevamente a Toledo 
con motivo de la ordenación sacerdotal de dos Hermanos de la Fraternidad, Carlos Mª de San José y José Manuel Mª del Costado de Cristo

TOLEDO
3 días  200 €

Desde el sábado 30 de Junio al lunes 2 de Julio.

Estancia en Toledo para asistir a las 
ordenaciones el Domingo día 1 de julio

EL PRECIO INCLUYE:

Viaje en cómodo autocar.
Estancia en Toledo Hotel***
del 30 de junio al 2 de julio.
2 Pensiones completas con agua/vino.
Seguro turístico nacional de viaje.
Precio por plaza en habitación doble.


TOLEDO Y GUADALUPE
4 días  300 €

Desde el sábado 30 de Junio al martes 3 de Julio.

Estancia en Toledo para asistir a las 
ordenaciones el Domingo día 1 de julio 
Visita al Monasterio de Guadalupe.

EL PRECIO INCLUYE:

Viaje en cómodo autocar.
Estancia en Toledo, Hotel*** del 30 de junio al 2 de julio 
y en Guadalupe, Hotel** del 2 al 3 de julio.
3 Pensiones completas con agua/vino.
Seguro turístico nacional de viaje.
Precio por plaza en habitación doble.

La Misericordia del Señor dura por siempre


La Misericordia es un atributo propio de la Divinidad, de su Magnanimidad e infinita Bondad. Dios se manifiesta ya como misericordioso desde el principio de la creación: Tras el primer pecado de Adán y Eva, Dios les promete un Salvador, anuncia ya a la Virgen María y hasta les hace unas túnicas de pieles y los viste. No se queda en el castigo que exige la Justicia, sino que su Misericordia se apiada y compadece. En un recorrido por las Sagradas Escrituras nos encontraremos pasajes abundantes que muestran el amor y la compasión de Dios por el hombre, señalamos aquí sólo unos pocos:


En el Antiguo Testamento

“Yo haré pasar ante tu vista toda mi bondad, y pronunciaré delante de ti el nombre de Yahveh”
(Exodo 15,13)
“Yahveh es Yahveh, Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad, que mantiene su amor por mil generaciones, que perdona la iniquidad, la rebeldía y el pecado…”
(Exodo 34, 5-7)
“Yahveh, tu Dios, es un Dios misericordioso: no te abandonará ni te destruirá, y no se olvidará de la alianza”
(Deuteronomio 4, 31)
“Aunque fueran vuestros pecados como la grana, cual nieve blanquearán. Aún cuando fueran rojos como el carmesí, cual lana blanca quedarán”
(Isaías 1, 18)
“¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ésas lleguen a olvidar, Yo no te olvido”
(Isaías 49, 15)
“Si mi padre y mi madre me abandonan, el Señor me recogerá”
(Salmo 27)
“Cual la ternura de un padre para con sus hijos, así de tierno es Dios para quienes le aman”. “Dios perdona todas tus culpas, cura todas las dolencias, rescata tu vida de la fosa y te colma de amor y de ternura”
 (Salmo 103)


En el Nuevo Testamento

“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió para evangelizar a los pobres; me envió para predicar la libertad a los cautivos; a los ciegos, la recuperación de la vista; para dar libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”
(Lucas 4, 18)
“No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. Id y aprended qué significa aquello de ‘misericordia quiero, y no sacrificios’ porque no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”
(Mateo 9,10)
“Venid a Mí los que estáis fatigados y agobiados y Yo os aliviaré. Yo soy manso y humilde de Corazón”
(Mateo 11, 28)
Del costado abierto de Cristo salió sangre y agua. Se cumplía así la profecía de Zacarías: ‘mirarán al que atravesaron’ (Juan 19, 34, 37) 
En esta misma profecía, Zacarías anuncia que Dios derramaría “un espíritu de gracia y misericordia” (Zacarías 12, 10.) 
El Corazón abierto de Jesús es el torrente de la Misericordia Divina.


¿CUÁL DEBE SER NUESTRA RESPUESTA?
¿QUÉ HACER PARA ALCANZAR LA MISERICORDIA DE DIOS?

1.       DEBEMOS PEDIRLA EN LA ORACIÓN: “Ten misericordia de mí, oh, Dios, según tu amor” (Salmo 51). Como la Iglesia lo pide constantemente: “Señor, ten piedad. Cristo, ten piedad. Señor, ten piedad” “Dios Todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la Vida Eterna” “Cordero de Dios … Ten piedad de nosotros”.

2.        DEBEMOS PRACTICARLA CON EL PRÓJIMO: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mateo 5, 48) “Sed misericordiosos como vuestro Padre celestial es misericordioso” (Lucas 6, 36). “No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Porque con la medida que midáis se os medirá a vosotros” (Lucas 6, 37). “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia(Mateo 5, 7). Y “El juicio será sin misericordia para quien no practicó la misericordia. La misericordia triunfa del juicio” (Santiago 2, 13)

3.       DEBEMOS CONFIAR EN LA MISERICORDIA: Cuando el culpable se obstina en su culpabilidad, no es la Misericordia quien aparta de él, sino que él se aparta de la Misericordia. Esta obstinación tiene dos polos opuestos muy peligrosos:
a) El que no cambia de vida porque piensa: “Dios es tan bueno que puedo hacer cuanto sea y me va a perdonar”
b) El que cambia de vida pero lleva a cuestas el lastre de su maldad cometida no dejando a la Misericordia que actúe en él.

La divina Misericordia


BENEDICTO XVI   -LA DIVINA MISERICORDIA-

«es la misericordia la que pone un límite al mal»
«en ella se expresa la naturaleza del todo especial de Dios: su santidad, el poder de la verdad y del amor»
«La amistad de Jesucristo es amistad de Aquél que hace de nosotros personas que perdonan, de Aquél que nos perdona también a nosotros»
«infunde en nosotros la conciencia del deber interior del amor, del deber de corresponder a su confianza con nuestra fidelidad»
«el Señor se ha llevado consigo sus heridas a la eternidad. Él es un Dios herido; se ha dejado herir por amor a nosotros. ¡qué certeza de su misericordia y qué consuelo significan para nosotros!»

Oración al Corazón de Jesús


¡Corazón de Jesús, tesoro de ternura, tú eres mi dicha, mi única esperanza! Tú que supiste hechizar mi tierna juventud, quédate junto a mí hasta que llegue la última tarde de mi día aquí. Te entrego, mi Señor, mi vida entera, y tú ya conoces todos mis deseos. En tu tierna bondad, siempre infinita, quiero perderme toda, Corazón de Jesús.

Sé que nuestras justicias y todos nuestros méritos carecen de valor a tus divinos ojos. Para darles un precio, todos mis sacrificios echar quiero en tu inefable corazón de Dios. No encontraste a tus ángeles sin mancha. En medio de relámpagos tú dictaste tu ley ¡Oh corazón sagrado, yo me escondo en tu seno y ya no tengo miedo, mi virtud eres tú!

Para poder un día contemplarte en tu gloria, antes hay que pasar por el fuego, lo sé. En cuanto a mi me toca, por purgatorio escojo tu amor consumidor, corazón de mi Dios.
Mi desterrada alma, al dejar esta vida, quisiera hace un acto de purísimo amor, y luego, dirigiendo su vuelo hacia la patria,
¡entrar ya para siempre en tu corazón...!

Sta. Teresa del Niño Jesús

Ofrenda al Amor Misericordioso



¡Oh, Dios mío, Trinidad Bienaventurada!, deseo amaros y haceros amar, trabajar por la glorificación de la Santa Iglesia, salvando las almas que están en la tierra y librar a las que sufren en el purgatorio. Deseo cumplir perfectamente vuestra voluntad y alcanzar el puesto de gloria que me habéis preparado en vuestro reino. En una palabra, deseo ser santa, pero comprendo mi impotencia y os pido, ¡oh, Dios mío!, que seáis vos mismo mi santidad.

Puesto que me habéis amado, hasta darme a vuestro único Hijo como Salvador y como Esposo, los tesoros infinitos de sus méritos son míos; os los ofrezco con alegría, suplicándoos que no me miréis sino a través de la Faz de Jesús y en su Corazón ardiendo de Amor.

Os ofrezco también todos los méritos de los santos (los que están en el cielo y en la tierra), sus actos de amor y los de los Santos Ángeles; en fin, os ofrezco, ¡oh Trinidad Bienaventurada!, el amor y los méritos de la Santísima Virgen, mi Madre querida; en sus manos pongo mi ofrenda, rogándole que os la presente. Su divino hijo, mi Amado esposo, en los días de su vida mortal, nos dijo: «Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os será concedido». Estoy, pues, segura que escucharéis mis deseos; lo sé, ¡oh, Dios mío!, cuanto más queréis dar, más hacéis desear. Siento en mi corazón deseos inmensos y
os pido con confianza que vengáis a tomar posesión de mi alma.

¡Ah!, puedo recibir la sagrada comunión con tanta frecuencia como lo desee; pero, Señor, ¿no sois vos Todopoderoso?... Permaneced en mí, como en el sagrario,
no os apartéis jamás de vuestra pequeña hostia...

Quisiera consolaros de la ingratitud de los malos y os suplico que me quitéis la libertad de ofenderos; si por debilidad, caigo alguna vez, que inmediatamente vuestra divina mirada purifique mi alma, consumiendo todas mis imperfecciones,
como el fuego, que transforma todas las cosas en si mismo...

Os doy gracias, ¡Dios mío!, por todos los favores que me habéis concedido,
en particular por haberme hecho pasar por el crisol del sufrimiento. Os contemplaré
con gozo el último día, cuando llevéis el cetro de la cruz. Y ya que os habéis dignado
hacerme participar de esta preciosa cruz, espero parecerme a vos en el cielo
y ver brillar sobre mi cuerpo glorificado las sagradas llagas de vuestra Pasión...  

Después del exilio de la tierra, espero ir a gozar de vos en la Patria, pero no quiero amontonar méritos para el cielo, sólo quiero trabajar por vuestro amor, con el único fin de agradaros, de consolar vuestro Sagrado Corazón y salvar almas que os amen eternamente.

A la tarde de esta vida, me presentaré delante de vos con las manos vacías,
pues no os pido, Señor, que tengáis en cuenta mis obras.
Todas nuestras justicias tienen manchas ante vuestros ojos. Quiero, por tanto, revestirme de vuestra propia Justicia, y recibir de vuestro amor la posesión eterna de vos mismo.
No quiero otro trono y otra corona que a Vos, ¡oh Amado mío!

A vuestros ojos el tiempo no es nada, un solo día es como mil años;
vos podéis, pues, prepararme en un instante, para presentarme ante vos...
Para vivir en un acto de perfecto amor, ME OFREZCO COMO VÍCTIMA DE HOLOCAUSTO A VUESTRO AMOR MISERICORDIOSO, suplicándoos que me consumáis sin cesar, dejando desbordar, en mi alma, las olas de ternura infinita que tenéis encerradas en vos y que, de ese modo, me convierta en mártir de vuestro amor, ¡oh, Dios mío! 

Que este martirio, después de prepararme para presentarme ante vos,
me haga finalmente morir y que mi alma se lance sin tardanza
en el abrazo eterno de vuestro amor misericordioso…

Quiero, ¡oh, Amado mío!, a cada latido de mi corazón,
renovar esta ofrenda un número infinito de veces, hasta que las sombras se hayan desvanecido y pueda repetiros mi amor en un cara a cara eterno...

MARÍA, FRANCISCA, TERESA DEL NIÑO JESÚS Y DE LA SANTA FAZ
Fiesta de la Santísima Trinidad, 9 de junio del año de gracia de 1895



Qué paseo tan bonito


El sufrimiento de la Madre de Dios


Igual que Jesús lloró, también María ciertamente lloró ante el cuerpo lacerado de su Hijo. Sin embargo, su discreción nos impide medir el abismo de su dolor; la hondura de esta aflicción queda solamente sugerida por el símbolo tradicional de las siete espadas.

 Se puede decir, como de su Hijo Jesús, que este sufrimiento la ha guiado también a Ella a la perfección, para hacerla capaz de asumir la nueva misión espiritual que su Hijo le encomienda poco antes de expirar: convertirse en la Madre de Cristo en sus miembros. 

En esta hora, a través de la figura del discípulo a quien amaba, Jesús presenta a cada uno de sus discípulos a su Madre, diciéndole: "Ahí tienes a tu hijo"

La Transfixión


Oh Dios, en cuya Pasión fue traspasada de dolor la dulcísima alma de la gloriosa Virgen y Madre María, según la profecía de Simeón; concedednos bondadosa-mente que los que veneramos su Transfixión y sus dolores, alcancemos el feliz efecto de vuestra Pasión, por los gloriosos méritos, súplicas e intercesión de todos los Santos que fueron fieles en perseverar junto a la Cruz.

Con esta oración la Iglesia se compadece de su Madre María Santísima. Ve la dulzura de su alma. Contempla la extrema delicadeza de que fue dotada por Dios, delicadeza tanto más necesaria en cuanto la misión que debía cumplir como Madre del Redentor: su dolor de Corredentora estaba así a la altura del Redentor. Igual que en Jesucristo no cupo más sufrimiento, soportando todo lo que era posible hasta el extremo, así María Santísima padeció en su alma todo cuanto podía una criatura humana. La extrema amargura, representada en sus imágenes con un puñal, inundó su alma en extremo dulcísima y esto es lo que nos invita a meditar la Iglesia en la conmemoración de la Transfixión.


La Iglesia, además ruega aquí a Dios por los hijos que se compadecen de su Madre Dolorosa y pide para ellos que puedan alcanzar la gracia de la Redención. Para ello le presenta los méritos conseguidos por todos los Santos en su perseverancia junto a Dios en el sufrimiento. De esta manera la Iglesia nos está animando, también a nosotros, a mantenernos firmes en los momentos de cruz, de dolor, en la enfermedad o en cualquier tipo de tribulación que nos sobrevenga.

Nadie está libre de padecimientos, unos sufrirán más y otros menos, la proporción está en el amor: sufrirá más quien más ame, pero nadie dejará este mundo sin haber sufrido. El mérito que podemos alcanzar con el dolor no está en el dolor por sí mismo, sino en la manera de sobrellevarlo: en ser perseverantes en las buenas obras y en el amor a Dios y al prójimo en medio de los padecimientos.

Jesús y María nos enseñan cómo hacerlo: no maldicen la cruz sino que la aceptan, la besan y la aman en cuanto instrumento de Redención. Jesús moría perdonando y pidiendo perdón a quien le estaba matando “Padre perdónalos, no saben lo que hacen”. Jesús y María no huyeron de la cruz ni sufrieron “porque no quedó más remedio”. No, los dos padecieron conscientemente por amor a nosotros pecadores, así también los Santos sufrieron por amor a los pecadores, tenían ansia de colaborar con Cristo en la Redención. Y la Iglesia con esta oración nos lo recuerda y nos encomienda a todos ellos. Aprendamos entonces a vivir unidos a la Cruz, abrazándola y amándola, aprendamos a ser fieles a Dios en medio de las contrariedades y privaciones. Seamos amigos leales de Jesús crucificado y buenos hijos de María, nuestra Madre Dolorosa.


La Santísima Virgen María manifestó a Sta. Brígida que concedía siete gracias a quienes diariamente le honrasen considerando sus lágrimas y dolores y rezando siete Avemarías: Pondré paz en sus familias. Serán iluminados en los Divinos Misterios. Los consolaré en sus penas y acompañaré en sus trabajos. Les daré cuanto me pidan, con tal que no se oponga a la voluntad adorable de mi Divino Hijo y a la santificación de sus almas. Los defenderé en los combates espirituales con el enemigo infernal, y protegeré en todos los instantes de su vida. Los asistiré visiblemente en el momento de su muerte; verán el rostro de su Madre. He conseguido de mi Divino Hijo que las almas que propaguen esta devoción a mis lágrimas y dolores sean trasladadas de esta vida terrenal a la felicidad eterna directamente, pues serán borrados todos sus pecados, y mi Hijo y Yo seremos su consolación y alegría.

Oración de los trabajadores a San José

Oh glorioso San José, modelo de todos los que se consagran al trabajo!

Alcanzadme la gracia de trabajar con espíritu de penitencia 

en expiación de mis pecados; 

de trabajar a conciencia 

poniendo el cumplimiento de mi deber 

por encima de mis naturales inclinaciones; 

de trabajar con reconocimiento y alegría, 

mirando como un honor el desarrollar, por medio del trabajo, 

los dones recibidos de Dios.

 

Alcanzadme la gracia de trabajar con orden, paz, moderación y paciencia, 

sin jamás retroceder ante las dificultades; 

de trabajar, ante todo, con pureza de intención y con desprendimiento de mí mismo, 

teniendo siempre ante mis ojos la muerte y la cuenta que habré de dar del tiempo perdido, 

de las habilidades inutilizadas, del bien omitido 

y de las vanas complacencias en mis trabajos, tan contrarias a la obra de Dios.

 

Todo por Jesús, todo por María, todo a imitación vuestra 

¡Oh Patriarca San José! 

Tal será mi consigna en la vida y en la muerte. 

Amén.

San José, Padre y Guardián

José fue en verdad padre de Jesús, aunque no lo fuera de sangre. Su título de padre le es reconocido por el Espíritu Santo mediante la autoridad de la Palabra de Dios, y Jesús lo reconocía, obedeciéndole en todo. Dice el Evangelio que les estaba sujeto (Lc 2, 51), es decir, que obedecía a María y a José.

María reconoce también a José como padre de Jesús. Cuando lo encuentran en el templo, después de estar tres días buscándolo, María le dice: Mira, tu padre y yo, apenados, estábamos buscándote (Lc 2, 48). Aquí, hasta María antepone la autoridad del José a la suya, diciendo: Tu padre y yo.

José es consciente de su paternidad como padre de Jesús y asume su responsabilidad como venida de Dios. Cuando se le aparece el ángel, se dirige a él como jefe de familia para darle órdenes, que él cumple de inmediato y sin discutir.

La paternidad de José era indispensable en Nazaret para honrar la maternidad de María. En Belén para la circuncisión e imposición del nombre. En Jerusalén para presentar al primogénito en el templo y también era indispensable para el crecimiento de Jesús en sabiduría y en gracia ante Dios y los hombres (Lc 2, 52).

San José, obedeciendo a Dios, custodiando a María y siendo padre de Jesús, tomó parte activa en los misterios de la Encarnación y Redención.

San Bernardo dice de él: “Aquel a quien muchos profetas desearon ver y no vieron, oír y no oyeron, le fue dado a José, no sólo verlo y oírlo, sino llevarlo en brazos, guiarle los pasos, apretarlo contra su pecho, cubrirlo de besos y velar por Él”.

San José no podía ser un hombre cualquiera, pues para cumplir bien su misión, Dios le concedió las gracias que necesitaba. Necesitaba fuerzas físicas para cuidar su familia y procurar su alimento con el trabajo de cada día. Al casarse debía tener unos 30 años, estaba en la plenitud de sus fuerzas humanas para hacer frente a todas sus responsabilidades.

Antes de casarse, dice el Evangelio que José era un hombre justo (Mt 1,19). Quizás era un hombre santo, pero después del matrimonio con María, comenzó su carrera imparable hacia la santidad. El contacto diario con Jesús y María lo hizo llegar a alturas jamás imaginadas por él y que sólo Dios puede dar a quien ha entregado su vida entera a su servicio. Jamás hombre alguno podrá alcanzar en santidad a José, porque nadie ha podido amar tanto como él a sus dos grandes amores: Jesús y María. Por eso decimos, con total seguridad, que José es el más santo de los santos.

Jesús, María y José es la trinidad en la tierra. Tengamos siempre en el corazón y en los labios estos tres hermosísimos nombres.

Textos tomados del libro “San José, el más santo de los santos”

La Fe de Noé


Victimae paschali


Victimae paschali laudes
inmolent Christiani.

Agnus redemit oves:
Christus innocens Patri
reconciliavit pecatores.

Mors et vita duello
conflixere mirando:
dux vitae mortuus,
regnat vivus.

Dic nobis Maria,
quid vidisti in via?
Sepulcrum Christi viventis,
et gloriam vidi resurgentis,
angelicos testes, sudarium et vestes

Surrexit Christus spes mea;
precedet suos in Galileam. 

Scimus Christum
surrexisse
a mortuis vere.

Tu nobis victor Rex, miserere.

Amen.
Alleluia.



A la Víctimapascual
ofrezcan alabanzas los cristianos.

El Cordero redimió a las ovejas:
Cristo inocente
reconcilió a los pecadores con el Padre.

La muerte y la Vida se enfrentaron
en lucha singular.
El dueño de la Vida, que había muerto,
reina vivo.

Dinos, María,
qué has visto en el camino?
Vi el sepulcro de Cristo viviente
y la gloria del que resucitó,
a unos ángeles, el sudario y los vestidos.

Resucitó Cristo, mi esperanza;
precederá en Galilea a los suyos.

Sabemos que Cristo
verdaderamente resucitó
de entre los muertos.

Tú, Rey victorioso, ten piedad

Amen,
Aleluya.