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El Inmaculado Corazón de María


         El 13 de julio de 1917, tras mostrarles en visión el infierno a los tres niños, la Virgen les reveló: "Visteis el infierno a donde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo, la devoción a mi Inmaculado Corazón." Pues bien, será el 10 de diciembre de 1925 en Pontevedra, cuando la Virgen y el Niño Jesús manifiesten el plan que Dios quiere establecer en el mundo para la salvación de los pobres pecadores. Estas son las palabras de Nuestra Señora.

"Mira, hija mía, mi Corazón cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan sin cesar con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarme y di que a todos los que durante cinco meses en el primer sábado se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, recen el Rosario y me hagan compañía durante 15 minutos meditando en los misterios del rosario con el fin de desagraviarme les prometo asistir en la hora de la muerte con las gracias necesarias para su salvación".

 Era la noche del jueves día 10 de diciembre de 1925, la Hermana Lucía se había retirado a su humilde celda para descansar cuando se le apareció la Santísima Virgen y al lado, suspenso en una nube luminosa, un Niño. La Santísima Virgen, poniéndole una mano en el hombro, le mostró al mismo tiempo un Corazón que tenía en la otra mano, cercado de espinas.
Al mismo tiempo dijo el Niño:
«Ten compasión del Corazón de tu Santísima Madre que está cubierto de espinas que los hombres ingratos le clavan, sin haber quien haga un acto de reparación para arrancárselas.»
Lejos de cualquier pretensión de entregarnos a un vacío sentimentalismo hemos de convenir, sin embargo, en el dramatismo de la visión que nos relata la Hermana Lucía y que habría de movernos a situarnos personal y comunitariamente de manera comprometida y responsable ante el mensaje.
La figura del Niño Jesús subraya su condición de verdadero Hijo de María la Virgen y por lo tanto la maternidad divina de Nuestra Señora.
Consecuentemente con ello se subraya además el verdadero hermanamiento de Jesucristo con nosotros en virtud de su Encarnación redentora. Por Él y en Él hemos obtenido la gracia de la adopción y hemos sido constituidos coherederos suyos de la herencia celestial.
Quien urge nuestra compasión lo hace en calidad de Hijo de Dios, Hijo de María y Hermano y Señor nuestro. De profundo impacto espiritual es la súplica, por no decir mandato, que además de a Lucía dirige a todos sus hermanos: "Ten compasión del corazón de tu Santísima Madre que está cubierto de espinas".
El Divino Niño Jesús apela a nuestra condición de hijos de María, realidad inseparable de nuestra condición de hijos de Dios, para reclamar nuestra compasión. Es la suya una llamada clamorosa y urgente que solicita de nuestra parte vivir con responsabilidad las exigencias de nuestra condición de hijos redimidos, lo que conlleva compartir los padecimientos de Cristo y de María por la salvación de los hombres.
Del libro “Divino Niño de Pontevedra”


 Queriendo responder a este llamamiento del cielo, Los Hermanos de la Fraternidad han preparado estas tres publicaciones con el fin de dar a conocer este mensaje y ofrecer un material para poder realizar la reparación pedida:


 Autor: P. Manuel Mª de Jesús


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