Somos
tus hijos, rescatados por la Sangre de Jesús, peregrinos y militantes por los
caminos del mundo entre gozos y tristezas, angustias y esperanzas. Desde el
trono de la gloria regálanos tu mirada maternal de misericordia y de consuelo.
En
este día, Soberana Madre nuestra, nos consagramos cada uno de nosotros a tu
Inmaculado Corazón, consagrándote también, en calidad de hijos esclavos de amor
tuyos, la Fraternidad de Cristo Sacerdote y Santa María Reina con todos sus
miembros y colaboradores, sus bienhechores y sus obras.
Somos
enteramente tuyos, oh Reina y Madre nuestra, y cuanto tenemos tuyo es.