BENEDICTO
XVI
La esperanza cristiana está
inseparablemente unida al conocimiento del rostro de Dios, el rostro que Jesús,
el Hijo unigénito, nos reveló con su encarnación, con su vida terrena y su
predicación, y sobre todo con su muerte y resurrección.
Durante el tiempo de Adviento sentiremos que la Iglesia nos toma
de la mano y, a imagen de María santísima, manifiesta su maternidad haciéndonos
experimentar la espera gozosa de la venida del Señor, que nos abraza a todos en
su amor que salva y consuela.