Creemos que Jesús murió y resucitó
verdaderamente. Este es uno de los dogmas de nuestra Fe, la Resurrección de
Jesucristo de entre los muertos.
Existen muchas razones en las
cuales se apoya nuestra Fe en la Resurrección: Su ejecución fue pública, mucha
gente lo vio morir. Fue corroborada por un oficial que ordenó traspasarle el
costado. Todas las profecías se cumplieron en su muerte y en su resurrección.
Su tumba fue vigilada por soldados del ejército romano y fue hallada vacía a
pesar de la vigilancia. Los Apóstoles cambiaron radicalmente después de haberlo
visto resucitado; su cobardía se mudó en valor. Muchos más dijeron haberlo
visto vivo, testimoniándolo con la propia vida hasta el martirio, como el caso
de los Apóstoles. Etc.
Me gustaría hoy que nos
detuviésemos en un pequeño detalle, aparentemente insignificante, pero que
habla mucho por sí mismo. Está en los Santos Evangelios, es cuando Pedro y Juan
entran en el Sepulcro vacío. Avisados por las mujeres que habían ido a la tumba,
salen corriendo hacia el lugar, y al entrar, nos dice el Evangelio que Juan
“vio y creyó”. Juan “creyó” porque “vio”. ¿Qué fue lo que vio el Apóstol
predilecto de Jesús? Juan vio el sudario enrollado y la sábana doblada tal cual
la habían dejado con el cuerpo de Jesús dentro. No la había tocado nadie,
estaba exactamente igual.
Juan vio el sudario doblado tal
como lo habían colocado envolviendo la cabeza de Jesús ensangrentada. Vio cada
doblez de la ropa que envolvió el cuerpo de Jesús exactamente igual que la
habían dejado cuando se fueron del sepulcro, pero el cuerpo ya no estaba allí
envuelto.
Juan vio y creyó. Comprobó que
no fue robado. Vio el envoltorio donde Jesús había estado e intuitivamente
dedujo que no había sido robado, sino que había vuelto a la vida. Había
resucitado, como predijo. El cuerpo de Jesús pasó a través de las telas igual
que más tarde entraría en el cenáculo sin abrir puerta alguna. Era ya un cuerpo
glorioso, resucitado triunfante de la muerte.
En el sepulcro quedaron únicamente
las telas intactas como testigos del momento de la Resurrección. Nadie estuvo
allí. Nadie vio ese momento. Nadie manipuló aquellas ropas.
La incredulidad de Juan y su
creer después de haber visto es una prueba más de la Resurrección del Señor,
igual que la incredulidad de Tomás se cambia en confesión de Fe después de ver
al Señor y meter su mano en el costado y sus dedos en las llagas.
Los Apóstoles no creyeron porque
sí. Al contrario, creyeron porque vieron pruebas de la Resurrección. Vieron al
Resucitado.
¡Bienaventurados los que crean
sin haber visto! Nosotros no hemos podido ver, pero creemos por el testimonio
de ellos.