El mes de Enero es dedicado, en la Fraternidad de Cristo
Sacerdote y Santa María Reina, al Divino Niño Jesús.
A Él y a su Santísima Madre
le encomendamos los trabajos y frutos de este nuevo año.
En sus tiernas manos ponemos nuestras esperanzas y las de
todas las personas que se encomiendan a nuestras oraciones
y lo hacemos con la plena convicción de que nuestros ruegos serán escuchados.
Esta confianza puesta en Jesús se fundamenta en sus propias
palabras: “Y todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que
el Padre sea glorificado en el Hijo”. Juan 14,13
Es una gracia poder comenzar el año de manos de este Niño
Divino: a la Venerable Margarita del Santísimo Sacramento, y en
persona suya a todos tus devotos, dijo Jesús estas palabras tan
consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente:
"Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia, y
nada te será negado." Roguémosle, pues, con esperanza y con toda
la confianza que nos proporciona el saber que atiende en verdad
nuestras oraciones.
La devoción al Divino Niño en los tiempos de hoy es luz para
un mundo que desprecia la vida humana y en que tantos niños son
abortados o abandonados. ¡Cuánto glorifica a Dios que
reconozcamos que El nos envió a Su único Hijo!. El se hizo un niño
pequeñito, igual que nosotros en todo menos en el pecado.
Mientras el mundo apuesta por el poder de las armas y del
dinero, que es la ley del más fuerte, Jesús nos enseña que Él reinará
por el amor cuando nos hagamos niños guiados por Su Padre
Celestial. Nos pide una profunda conversión de corazón:
“Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños,
no entraréis en el Reino de los Cielos”. Mateo 18,3
no entraréis en el Reino de los Cielos”. Mateo 18,3
Vemos entonces que el objetivo de la devoción al Divino
Niño ha de ser nuestra propia transformación para ser cada vez más
como Jesús, en todo hijos dóciles y obedientes al Padre.
Así propiciamos su Reino.
El es el Camino, la Verdad y la Vida. El y solo El renueva
nuestros corazones para que seamos y nos comportemos también
nosotros como verdaderos hijos del Padre. Si queremos tener alma
de niños y así llegar a parecernos a Jesús, hemos de imitar las
virtudes de este Divino Niño en el hogar de Nazaret: obediencia y
sujección, dulzura y ternura, confianza, espíritu de sacrificio,
Fuente: Corazones.org