Después Jesús les enseñó con una parábola
que era necesario orar siempre sin desanimarse
(Lc 18, 1).
Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar,
y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo:
«Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos».
(Lc 11, 1)
1) Precepto divino.
La necesidad de la oración brota ante todo del hecho de habernos sido impuesta como obligación, no como mero consejo, por Jesucristo nuestro Señor: Es preciso orar en todo tiempo. Obligación y necesidad confirmadas por nuestra santa madre la Iglesia en la fórmula con que introduce la oración del Padrenuestro en el santo sacrificio de la misa: "Instruidos con preceptos saludables, y siguiendo una forma de institución divina, nos atrevemos a decir: Padrenuestro...
Habiéndole suplicado los apóstoles: Señor, enséñanos a orar, Jesús, movido precisamente por esta nuestra absoluta necesidad de la oración, se dignó precisarnos la fórmula concreta del Padrenuestro, avalándola con la firme esperanza de que el Padre escucharía cuanto pidiéramos en su nombre. Y Él mismo quiso darnos ejemplo orando constantemente y aun dedicando noches enteras a la oración .
Los apóstoles, adoctrinados por tan admirable Maestro, multiplicarán después insistentemente sus más apremiantes exhortaciones sobre la necesidad de la oración. Mención especial merecen los muchos pasajes de San Pedro, San Juan y San Pablo.
2) Exigencia de la criatura.
Habiéndole suplicado los apóstoles: Señor, enséñanos a orar, Jesús, movido precisamente por esta nuestra absoluta necesidad de la oración, se dignó precisarnos la fórmula concreta del Padrenuestro, avalándola con la firme esperanza de que el Padre escucharía cuanto pidiéramos en su nombre. Y Él mismo quiso darnos ejemplo orando constantemente y aun dedicando noches enteras a la oración .
Los apóstoles, adoctrinados por tan admirable Maestro, multiplicarán después insistentemente sus más apremiantes exhortaciones sobre la necesidad de la oración. Mención especial merecen los muchos pasajes de San Pedro, San Juan y San Pablo.
2) Exigencia de la criatura.
Pruébase, además, la necesidad de la oración por la imperiosa necesidad que todos tenemos de recurrir a ella como al mejor intérprete de nuestras personales necesidades temporales y eternas ante Dios.
En realidad, el Señor no tiene contraída obligación ninguna con nadie. No nos queda, pues, más recurso que suplicarle humildemente lo que necesitamos y agradecerle el habernos dado en la oración el medio necesario para obtenerlo.
Apoyados en nuestras solas fuerzas, nada podemos; pero todo es posible al que confiadamente sabe pedir. ¿No ha dicho Cristo que la oración expulsa los mismos demonios?
Quienes, por consiguiente, ignoran o descuidan la práctica asidua y humilde de la oración, se privan a sí mismos de la posibilidad de obtener los dones divinos. San Jerónimo escribe: Escrito está: A todo el que pide, se le da; y si a ti no se te da, es porque no pides; pide, pues, y recibirás.
En realidad, el Señor no tiene contraída obligación ninguna con nadie. No nos queda, pues, más recurso que suplicarle humildemente lo que necesitamos y agradecerle el habernos dado en la oración el medio necesario para obtenerlo.
Apoyados en nuestras solas fuerzas, nada podemos; pero todo es posible al que confiadamente sabe pedir. ¿No ha dicho Cristo que la oración expulsa los mismos demonios?
Quienes, por consiguiente, ignoran o descuidan la práctica asidua y humilde de la oración, se privan a sí mismos de la posibilidad de obtener los dones divinos. San Jerónimo escribe: Escrito está: A todo el que pide, se le da; y si a ti no se te da, es porque no pides; pide, pues, y recibirás.
Catecismo Romano