BENEDICTO XVI
Queridos amigos, la
solemnidad de Todos los Santos y la Conmemoración de todos los fieles difuntos nos
dicen que solamente quien puede reconocer una gran esperanza en la muerte,
puede también vivir una vida a partir de la esperanza.
Cada domingo
reafirmamos esta verdad al recitar el Credo.
Y al ir a los
cementerios y rezar con afecto y amor por nuestros difuntos, se nos invita, una
vez más, a renovar con valentía y con fuerza nuestra fe en la vida eterna, más
aún, a vivir con esta gran esperanza y testimoniarla al mundo: tras el presente no
se encuentra la nada.
Y precisamente la fe
en la vida eterna da al cristiano la valentía de amar aún más intensamente
nuestra tierra y de trabajar por construirle un futuro, por darle una esperanza
verdadera y firme.