El arzobispo de Toledo, Mons. Braulio Rodríguez
Plaza, presidió el pasado domingo, 1 de julio, una Misa en la Catedral Primada,
en la que ordenó a ocho nuevos sacerdotes y a ocho diáconos entre los que se
encontraban nuestros muy queridos Hermanos Carlos y José Manuel.
Felicitamos desde aquí al P. Manuel y a los
nuevos Sacerdotes.
En su homilía, el Señor Arzobispo, manifestó su
profunda alegría por la ordenación de los nuevos ministros: “Nos
embarga una gran alegría: 8 diáconos serán ordenados presbíteros; también 8
seminaristas serán diáconos de Jesucristo. Todos al servicio de Pueblo de Dios
y de sus comunidades cristianas.”
Este gozo nos viene de Dios porque Él,
el Señor, quiere que hombres de este Pueblo representen constantemente al que
es Cabeza de la Iglesia, su cuerpo. Esa representación garantiza a todo el
Cuerpo de Cristo, la Eucaristía y los otros Sacramentos; pero también el
perdón, la presidencia de la comunidad, la comunión eclesial y el enlazar con
la gran Tradición Cristiana que llega, por la sucesión apostólica, hasta
Jesucristo.”
Esta gran
alegría no va en menoscabo del resto de los fieles laicos, al contrario,
recordó la grave exigencia de vida de los bautizados: “Soy muy consciente del valor que todo cristiano tiene en la Iglesia.
Recuerdo aquellas palabras de san Gregorio de Nisa (Tratado sobre el perfecto
modelo del cristiano): «Por lo cual,
puesto que la bondad de nuestro Señor nos ha concedido una participación en el
más grande, el más divino y el primero de todos los nombres, al honrarnos con
el nombre de “cristianos”, derivado del de Cristo, es necesario que todos
aquellos nombres que expresan el significado de esta palabra [Cristo] se vean
reflejados también en nosotros, para que el nombre de «cristianos» no aparezca
como una falsedad, sino que demos testimonio del mismo con nuestra vida»”
Indicó también la necesidad de que se cuide la
vida de fe en la familia cristiana porque es en las familias, “iglesias domésticas” donde mejor se realiza la
“Iniciación Cristiana”, donde pueden aparecer vocaciones al sacerdocio.
Y señaló con preocupación que “la ausencia sensible de vocaciones al
sacerdocio en tantos lugares de la Iglesia, también en España, supone un verdadero
desequilibrio espiritual. Diócesis con uno, dos o con muy pocos seminaristas
(en ocasiones, sin ninguno) paralizarán las comunidades y, además de tristeza,
llevará consigo falta de iniciativa apostólica. Y es lógico, porque sin el
sacerdocio ejercido por “hombres de este pueblo” que es la Iglesia, Cristo no
puede proporcionar toda su gracia a la humanidad necesitada de Él.” Y por
contraposición, “donde hay buenos
sacerdotes el laicado católico y la vida consagrada es vigorosa y creciente. Es
lógico, pues que el carisma de la vocación sacerdotal tiene unas
características muy concretas: suscita los demás carismas y vocaciones en la
Iglesia.”
Finalmente, dirigió unas palabras a los jóvenes
que se iban a ordenar: “Necesitamos
vuestras personas para que, con la gracia del Espíritu Santo que hoy recibís,
anunciéis que Dios es grande y bueno, que no hizo la muerte ni goza destruyendo
a los vivientes, que las criaturas del mundo son saludables, que es posible la
fe y la esperanza, porque Dios creó al hombre para la inmortalidad, noticia que
la envidia del diablo convierte en muerte. Necesitamos de vosotros para que con
las palabras y los hechos de Jesús –el Evangelio- anunciéis la riqueza de
nuestro Señor Jesucristo y animéis, como pastores a las comunidades a donde
seáis enviados, a «ponerse en camino para
rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar de la vida, hacia la
amistad con el Hijo de Dios, hacia Aquel que nos da la vida, y la vida en
plenitud» (Benedicto XVI, Homilía en la Misa de inicio del pontificado, 24
de abril de 2005).”