¡Oh María, Reina del Purgatorio!,
os ruego por aquellas almas por las cuales tengo o
pueda tener alguna obligación de caridad o de justicia; por las almas más
abandonadas y olvidadas por las que nadie ruega; por aquellas que han de salir
más pronto de aquel lugar de penas; os ruego de una manera especial por
aquellas almas que han de estar más tiempo padeciendo y satisfaciendo a la
divina Justicia; y también por aquellas almas que más padecen. Es verdad que
todas sufren con resignación. Pero sus penas son atroces y no podemos
imaginarlas siquiera. Interceded por ellas, y Dios escuchará vuestra plegaria.
¡Oh Virgen! Os pido que, así como me acuerdo yo de
las almas del Purgatorio, se acuerden de mí los demás, si he de ir allí a
satisfacer por mis pecados. A Vos, oh Madre, pongo toda mi confianza de hijo, y
sé que no he de quedar defraudado. Amén.
Por tu parte, oh cristiano, procura arreglar bien
tus cosas mientras tienes salud y vida, no fíes demasiado en lo que por ti han
de hacer tus hijos o herederos; muchas y muy tristes experiencias confirman que
no siempre cumplen éstos con sus deberes para con las almas que en ellos
depositaron su confianza y su dinero.