BENEDICTO XVI
El verdadero
discípulo no se sirve a sí mismo o al “público”, sino a su Señor, en la
sencillez y en la generosidad: "Y tu Padre, que ve en lo secreto, te
recompensará”.
La recompensa
del justo es Dios mismo, el estar unido a Él, aquí abajo, en el camino de la
fe, y al final de la vida, en la paz y en la luz del encuentro cara a cara con
Él para siempre.