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EL EJEMPLO DE LOS SANTOS

       Santo Domingo de Guzmán, afligido en extremo por el poco fruto que obtenía en sus predicaciones, se quejaba humildemente ante el altar de la Virgen y oyó esta respuesta: “Domingo, tú cultivas una tierra que estará siempre estéril, hasta que caiga sobre ella la lluvia benéfica”… Y entendió que la lluvia había de ser la devoción del Santo Rosario, con la meditación de los divinos misterios que comprende. Y emprendió la predicación del Rosario y todos sabemos los frutos óptimos que obtuvo.
San Alfonso María de Ligorio asegura que el rezo del Rosario es lo más agradable a la Madre de Dios y convencido de ello paso en su ancianidad, largas horas recitándolo con mucha devoción.
San Luis Gonzaga y otros muchos santos han reconocido que sintieron su vocación en el rezo del Rosario con fidelidad.
 Santa Rosa de Lima asegura: “El Rosario contiene todo el mérito de la oración vocal y toda la virtud de la oración mental”
San Francisco Javier, aquel celosísimo misionero que tantas almas convirtió, rezaba diariamente los 15 misterios y hacía rezarlo a los convertidos y era su consuelo ver la fecundidad de su apostolado.

San José de Cotolengo, cuando fundó la Piccola Casa de Turín, puso a la Virgen del Rosario por su Patrona principal y dispuso el Santo, que fuera el Rosario uno de los principales ejercicios de sus moradores, debiendo rezar cada día los 15 misterios tanto las religiosas como los asilados.
En brevísimo tiempo llegaron a mil los asilados entre niños, ancianos y enfermos, y sin contar con medios humanos nunca les faltó comida, ni vestido, ni el dinero necesario para medicinas, camas, muebles. Este gran milagro continuo de la Providencia lo atribuyó el Santo al rezo diario del Rosario completo.
 P. Bernardo de Hoyos, santo jesuita español y apóstol incansable de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, se le apareció el 1 de octubre de 1730, fiesta del Santo Rosario, la Virgen Santísima y la acompañaban dos grandes santos españoles: Santo Domingo de Guzmán y San Ignacio de Loyola.
La Virgen le enseñó un rosario que traía y se lo colocó al P. Hoyos: era muy precioso y le dijo que aquellas ricas perlas, diamantes y pedrería eran figura de lo que se merece rezando el Rosario. Le declaró que eran predestinados todos cuantos rezasen el Santo Rosario con devoción y afecto; pero que NO aquellos que sólo lo rezan con la boca, y están muy lejos del corazón de los que rezan. Y añadió: “Hasta ahora ninguno se ha condenado, ni se condenará en adelante, que haya sido verdadero devoto de mi Rosario”.


Los SANTOS se ha aferrado a esta cadena de salvación y con ella han reposado y alegrado su alma, han gozado, dando expresión a su cariño por la MADRE de DIOS y MADRE nuestra; han salvado muchas almas y han librado del Purgatorio a millones de atormentados en aquel lugar de expiación. Y en fin, con esta devoción aseguraron su salvación y aceleraron su santificación, obteniendo una gran recompensa en el cielo.