LA VIDA MONÁSTICA
El fundamento de la vida monástica está en aquella frase de Cristo: “Si quieres ser perfecto, anda, vende
cuanto posees y dalo a los pobres; y después ven y sígueme.”
Sus fases son: Los ascetas,
que practicaron la continencia y pobreza, sin abandonar el mundo; los solitarios o anacoretas, que vivían en
el desierto, y los cenobitas, que
vivían en monasterios, bajo la dirección de un superior y sujetos a una regla.
San Pablo el Ermitaño fue el primero y modelo de los anacoretas. Nacido
en Tebaida (Egipto), huyó al desierto, en la persecución de Decio, donde vivió
en una cueva durante noventa años.
San Pacomio fue el fundador de la vida cenobítica. Su Regla
está basada en los consejos evangélicos: pobreza, castidad y obediencia,
ordenando además la oración, el trabajo, la penitencia y el silencio.
San Benito de Nursia (Italia) fue el verdadero legislador y fundador
del monacato en Occidente. En la cumbre de Monte Casino levantó el célebre
monasterio que es considerado como la Casa Madre de la familia benedictina. En
España son célebres los de Siles y Montserrat. Poco antes de morir fundó la
rama de mujeres.
La Regla de San Benito, base de todas las órdenes Religiosas de la Edad
Media, y cuyo lema es “ora y trabaja”, establece las obligaciones y ocupaciones
de los monjes, a los que pretende llevar a la más sublime perfección cristiana
por la práctica de los consejos evangélicos.