El hecho que dio ocasión a la primera consagración
solemne del Corazón de Jesús y a un culto público, fue la famosa peste de
Marsella de 1720, la cual hizo tan célebre al obispo Monseñor Belzunce, a quien
la misma ciudad erigió un monumento que hoy puede verse junto a la catedral
vieja. He aquí cómo fue:
Marsella era devastada por el espantoso azote de la
peste. Sacrificios, oraciones, súplicas, nada aplacaba la cólera del cielo;
entonces el piadoso obispo concibió la idea de consagrar su diócesis al Sagrado
Corazón de Jesús.
Se celebró una procesión en la cual anduvo con los
pies descalzos, acompañado de su clero. El Municipio y los concejales no
quisieron tomar parte en este acto. Sin embargo, el azote cesó inmediatamente
después de la procesión, de una manera tan notoria que con pasmo general,
durante varios meses, no se registró ninguna clase de enfermedad. Mas, como la
ciudad por sus magistrados no quiso asociarse a los votos de Monseñor Belzunce,
la epidemia reapareció en 1725.
De nuevo el obispo de aquella diócesis dirigió un
ruego a los concejales y les refirió lo que había ocurrido y todo el mundo
sabía, y les pidió que asistieran al acto de consagración de la diócesis del
Sagrado Corazón de nuestro Señor. El municipio deliberó y determinó acudir a la
Catedral el día de la octava del Santísimo Sacramento para oír Misa y tomar
parte en la procesión. Después de esta ceremonia volvió a desaparecer la peste.
Este ejemplo de consagración, motivado por tal
acontecimiento público, fue seguido por otras ciudades extendiéndose luego a
toda la Iglesia juntamente con su devoción.
(Tomado del libro EL CORAZÓN DE JESÚS QUIERE REINAR POR AMOR)
A lo largo de la historia, Dios nuestro Señor nos ha
dado muestras más que suficientes de su Providencia amorosa sobre la humanidad.
Y también la humanidad, en determinados momentos ha vuelto a Dios cuando se
veía agobiada y preocupada por diversas tribulaciones.
Los tiempos que corren ahora, siendo distintos no se
diferencian en esencia de otros pasados: la humanidad se aleja de Dios,
alejándose de Dios cae en las manos del Maligno o en sus propias manos (ya no
se sabe qué será peor…)
¿Cuál es la solución a tanto dolor, sufrimiento,
crímenes e injusticias? La respuesta siempre es la misma: Volver a Dios.
“Sin
Dios, el hombre termina por hacer prevalecer su propio egoísmo (…). Es
necesario volver a Dios para que el hombre vuelva a ser hombre. Con Dios nunca
llega a faltar el horizonte de la esperanza incluso en los momentos difíciles”.
Son palabras de Benedicto XVI en Loreto el 4 de
octubre de 2012.