San Pablo: su carácter y personalidad. Nacido
en Tarso con ciudadanía romana; instruido en las culturas helénica y judía;
temperamento apasionado; fanático del judaísmo; enemigo acérrimo del
cristianismo. Pequeño de cuerpo y grande alma. Al convertirse pondrá todo su
fervor temperamental al servicio de Cristo.
Conversión de Saulo. Yendo a Damasco a detener
cristianos, se le apareció Jesús en circunstancias dramáticas; Pablo, derribado
del caballo y ciego fue trocado totalmente y siguió laos mandatos del Señor,
hasta que fue bautizado y recobró la vista.
Viajes apostólicos de San Pablo. Su intenso apostolado se
desarrolla principalmente en tres viajes, de recorrido y proporciones
extraordinarias (6.000 kilómetros), en los que visitó toda Asia Menor, noreste
de África, sureste de Europa e islas del mar Egeo.
Sus cartas. Son el momento mayor de la doctrina y celo
apostólico de San Pablo; aunque no son un tratado completo de Teología,
constituyen unas preciosas explicaciones catequísticas. Son en número de
catorce: unas se dirigen a comunidades, otras a particulares.
Concilio de Jerusalén. Fue el primer Concilio de la
Iglesia. Su finalidad principal fue dirimir la antigua disputa entre judíos y
paganos convertidos. Allí, además de consagrarse la primacía de Pedro, se falló
a favor de la total libertad cristiana.
San Pablo en Roma: primer cautiverio. San
Pablo va de la cárcel de Jerusalén a la cárcel de Roma. Liberado a los dos
años, tras de evangelizar en Roma, recorre parte de Oriente y Occidente.
San Pablo en España. Es casi enteramente cierta la
venida del Apóstol a España. Además de una frase suya, parece lo prueban el
testimonio de San Clemente y el
fragmento Muratoriano.
Segundo cautiverio y muerte de San Pablo. Vuelto a
Roma fue encarcelado, hasta morir decapitado, al mismo tiempo que San Pedro.
Destrucción de Jerusalén. Como el Señor profetizó,
Jerusalén y su Templo fueron totalmente destruidos cuando, en el año 70, las
legiones romanas acaudilladas por Tito, asaltaron la ciudad tras un terrible
asedio. Tito no quería incendiar el Templo; pero se había de cumplir la
profecía…