FRANCISCO
Alocución antes del rezo del Ángelus. Domingo 11 de agosto.
Hay un deseo que todos nosotros tenemos en el corazón. El Evangelio de
este domingo (Lc 12,32-48) nos habla del deseo del encuentro definitivo con
Cristo, un deseo que nos hace estar siempre preparados, con el espíritu
despierto, porque esperamos este encuentro con todo el corazón, con todo
nuestro ser.
¿Dónde está tu tesoro?
Alguno me responderá: Padre, pero yo soy uno que trabaja, que tiene
familia, para mí la realidad más importante es sacar adelante a mi familia, el
trabajo… Cierto, es verdad, es importante. Pero ¿Cuál es la fuerza que tiene
unida a la familia? Es justamente el amor. Y quien siembra el amor en nuestro
corazón es Dios.
El amor de Dios es el que da sentido a los pequeños
compromisos cotidianos y también ayuda a afrontar las grandes pruebas. Este es
el verdadero tesoro del hombre. Ir adelante en la vida con amor, con aquel amor
que el Señor ha sembrado en el corazón.
Pero el amor de Dios ¿Qué es? No es algo vago, un sentimiento genérico;
el amor de Dios tiene un nombre y un rostro: Jesucristo.