María es la mujer que siempre
agradó a Dios. Ella es el Corazón puro que no sabe hacer otra cosa más que amar
y más amar para amar más todavía. Ella es la obra perfecta de la Trinidad
creadora, es la niña de los ojos del Padre, la madre amantísima del Hijo y la
fidelísima esposa del Espíritu Santo. La criatura más delicada que Dios pudo
crear.
Y no hubo ni habrá persona
humana que haya sufrido y siga sufriendo cuanto ella sufre. Padeció los dolores
de su propia vida y de la vida y muerte de su Hijo.
Ahora estando en cuerpo y alma
en los Cielos, despierta la compasión del mismo Dios, que ve agraviado y
ultrajado el Corazón de su Madre. María, decimos, sólo sabe amar a Dios y a sus
hijos, y de muchos sólo recibe ingratitudes y desprecios, espina tras espina se
van clavando en su delicadísimo y purísimo Corazón.
“Ten
compasión del Corazón de tu Madre” son las palabras que un Niño de
siete años dirige a Sor Lucía. ¡Es Dios mismo quien viene a pedir compasión
para el Corazón de una criatura suya! No pide compasión para Él, siendo más
agraviado que su propia Madre; pide la compasión, la ternura, el cariño para el
Corazón Inmaculado de María. Es todo un Dios el que viene a mendigar amor para
una criatura a la que ama más que a su vida.
¿Tan endurecidos están los
corazones humanos? ¡Tan endurecidos están! Cuánta frialdad en las almas, cuanto
egoísmo vacío, cuánta usura devoradora de materia muerta, cuánta miseria en la
pobre humanidad pecadora, rastrera, egoísta y asesina.
Demasiado se han enfriado los
corazones, demasiado apagada está la Fe, demasiado muerta la esperanza.
¿Quién pondrá en pie tanta
miseria? ¿Quién puede construir sobre tanta ruina? Sólo Ella, la nueva Eva, la
que devuelve bien por mal, la verdadera Madre, la Corredentora, la Inmaculada.
“Consolar a Dios que está muy
ofendido”, era la obsesión del Beato Francisco Marto, vidente de Fátima. Ahora
Jesús, viene a suplicar el consuelo para el Corazón Inmaculado. ¿Cómo quedar
impasibles cuando así lo pide el mejor de los hijos para la mejor de las
madres? ¿Cómo pasar de largo cuando quien sufre es la criatura más pura e
inocente de la historia de la humanidad? ¿Cómo hacer oídos sordos a todo un Dios
Padre Todopoderoso y Omnipotente? Dios lo puede todo, pero no puede amar a su
Madre por cada uno de nosotros. Hemos de amarla cada uno por sí mismo y
arroparla cada uno por sí mismo, y consolarla cada uno por sí mismo.
“Ten
compasión del Corazón de tu Madre”.